Justificación/ fundamentación teórica:
Las múltiples exigencias
competitivas, el elevado nivel de compromiso personal así como, la
necesidad de rendir al máximo suponen que la preparación
psicológica del deportista tome protagonismo, puesto que las
diferencias entre la preparación física y técnica de los atletas
de máximo nivel son casi inexistentes.
Además,
las investigaciones nos dan a entender que los factores psicológicos
inciden en la ejecución motora.
Por
tanto, un plan de entrenamiento físico pormenorizado, exigente, no
es suficiente para competir al máximo nivel, no solo hay que
prepararse física y técnicamente sino que, además, habrá que
saber mentalizarse y prepararse psicológicamente, ya que de no
hacerlo, nos encontraremos con deportistas en inferioridad de
condiciones con respecto a otros que hayan acometido planes de
entrenamiento psicológicos adecuados.
Además,
la inestimable ayuda que supone para el deportista en el caso de
lesión y su posterior rehabilitación, la posibilidad de gestionar
adecuadamente el proceso
Ventajas
de la integración:
El conocimiento de las
características diferenciales que potencian o merman o ambas a la
vez, la capacidad del deportista para rendir durante el entrenamiento
y la competición.
La
mejora derivada de la aplicación de técnicas psicológicas en el
aprendizaje de respuestas motrices y tácticas propias de la
especialidad, el mantenimiento de la concentración, prestar la
debida atención a determinadas claves perceptivas del juego del
adversario (focalización de la atención), en el mantenimiento
óptimo de la activación y control tanto de las fuentes de
distracción como el estrés (activación – relajación) y el
convencimiento de que puede lograr el éxito deportivo
(autoconfianza), etc.
Atender
al carácter multidisciplinar del rendimiento deportivo, siendo la
preparación psicológica uno de los pilares fundamentales de todo
deportista.
Permitir
que el deportista rinda regularmente bajo presión en la medida de
sus posibilidades, para que haya regularidad en el rendimiento y
capacidad de afrontamiento positivo en las competiciones, mediante un
entrenamiento regular y personalizado que le suponga mantener la
estabilidad y el equilibrio en su rendimiento.
Facilitar
los procesos de aprendizaje del deportista, por lo que el despliegue
de las habilidades de la atención -concentración, autoconfianza,
control de las emociones, control de la energía, motivación y
capacidad del esfuerzo; siendo el desarrollo de estas habilidades las
que posibilitan una mejora en el proceso de aprendizaje de cualquier
destreza, técnica o competencia que requiera el deporte.
Facilitar
el mantenimiento de la motivación a lo largo de la temporada. Esta
habilidad lleva asociada cierta dificultad respecto a su
mantenimiento, no siendo innata depende de estímulos internos o
externos o ambos del deportista, lo que hace que sea cambiante.
Evitar
que problemas personales afecten al rendimiento del deportista. El
psicólogo deportivo ejerce una función primordial en estas
situaciones, ayudando a canalizar positivamente los acontecimientos
vitales estresantes que le ocurran tanto durante su vida deportiva,
como en el momento de la retirada.
Como anécdota que puede
ilustrar las ventajas e importancia de la psicología aplicada al
deporte, en una entrevista Michael Jordan nos cuenta: “físicamente,
había llegado al máximo de mis posibilidades, alcanzando una meseta
de la cual no voy a superar sus límites, en cuanto a la técnica en
baloncesto creo que he aprendido prácticamente todo y he llegado al
máximo. Sin embargo, me dí cuenta que a pesar de haber alcanzado
mis límites físicos y técnicos, la capacidad de entusiasmarme y
desafiarme con el deporte estaban en mi mente, que ese camino no
tiene límites”
Desventajas
de la integración:
Desconocimiento sobre qué es
lo que hay que hacer para motivar al deportista, qué técnicas
aplicar para conseguir una mayor atención y concentración.
Descuidar uno de los pilares
en los que se basa la preparación de un deportista, con lo que
conlleva, restando posibilidades al alcance de las metas deportivas,
así como, la desatención de la salud del deportista.
Descontrol y mantenimiento de
las conductas negativas, que deriven en el abandono de la disciplina
deportiva.
Renunciar a la optimización
del rendimiento de los deportistas, al grado de satisfacción y
disfrute de la práctica deportiva. Concretamente, en la formación
de la carrera deportiva de un piragüista se requieren unas altas
demandas psicológicas personales, debido a las características
peculiares de este deporte, siendo necesarias no solo por las altas
cargas de entrenamiento a la que se somete al palista, sino también
a las influencias climatológicas externas, muchas veces poco
favorables: entrenamiento en aguas abiertas, clima frío, viento,
lluvia, nieblas, etc, lo que hace que se necesite de una fuerte
autosuperación, sobre todo durante los meses de invierno (Lenz,
2008)